8 de marzo de 2014

¿Qué pasó en Windows 8?

Pocas veces en mi vida me he sentido tan desorientado e inútil frente a un ordenador como cuando probé por primera vez una versión previa de Windows 8. No fui el único, durante todo el tiempo que se tardó en desarrollar la versión final las quejas sobre la nueva interfaz metro fueron continuas, con especial énfasis en la imposibilidad de configurar el escritorio tradicional como escritorio por defecto y poder volver a usar el menú de inicio.

A pesar de ello, la reacción de Microsoft fue la de justificar con datos y estadísticas -todos ellos muy razonables sobre el papel- por qué las decisiones que habían tomado eran las mejores. En lugar de intentar comprender que había muchas quejas, y que si las había debía ser por algo, parecían esforzarse en intentar demostrar que las críticas eran irrelevantes. Ni tan siquiera añadieron algún tipo de guía o ayuda que explicase Metro a los nuevos usuarios, a pesar de que es algo que se reclamó constantemente. Naturalmente, pensaron que una interfaz bien diseñada era intuitiva por si misma y no necesitaba de esas cosas, y Metro sin duda era buena: afirmaron que la gente se adaptaría a Windows 8 en dos semanas. Y llegó el día, y Windows 8 vio la luz, y ya sabe todo el mundo como fue el recibimiento. Ni dos semanas, ni dos meses.

Como consecuencia, en la actualización 8.1 tuvieron que enmendarse y permitir la configuración de varios aspectos: el escritorio tradicional puede ser el escritorio por defecto, los charms son opcionales, se reincorpora el icono del menú de inicio (aunque no el menú), ciertas ayudas para guiar a los nuevos usuarios. En la próxima "Spring update", se arrancará por defecto en el escritorio tradicional en equipos no táctiles, además de otros cambios sustanciales en la interfaz, como permitir usar la barra de tareas dentro de Metro, o añadir iconos en la pantalla de inicio de metro para apagar o buscar. Ya no se espera que la gente se adapte, y no sólo se asume que hay gente que no se adaptará, sino que se construyen alternativas mixtas que rompen con la visión original. Sorprende como se justifica estas marchas atrás (negrita mía):
"Some of those touch affordances weren’t really tuned as well as we could do for those mouse and keyboard users. We found people weren’t aware of where they should look in the UI. Those are the things we’ve really started to improve for this update coming this spring"
El equipo de usabilidad de Microsoft debe ser, por necesidad, de los mejores del mundo, y es una locura sugerir que no son profesionales. Cabría preguntarse, por tanto, cómo es posible que ese equipo no viese con antelación en las pruebas lo que para casi todo el mundo era una obviedad, y que sólo ahora se hayan percatado de que "people aren’t aware of where they should look in the UI". Parte de ello se debe, sin duda, a cierto talibanismo en el que los mejores expertos pueden caer: "mi solución es la mejor y sin duda a la gente le encantará".

Una respuesta incompleta podemos encontrarla en este famoso post de un diseñador de Microsoft en reddit, donde nos revela la concepción que hay detrás de la nueva interfaz: Metro es una interfaz diseñada para los usuarios menos expertos en mente, mientras que el escritorio tradicional se reserva para los "power users". Metro es para consumidores de contenido, el escritorio para los creadores de contenido. Hay varios hechos que ponen contra las cuerdas esta concepción: la evidencia de que Metro ha sido diseñada no directamente para una clase de usuarios sino para una clase de hardware (táctil), la realidad de que muchos "consumidores de contenido" no se sienten a gusto en Metro (esta contestación al post anterior, citando casos de usuarios que tienen más problemas con Windows 8 que con 7, es un ejemplo claro), el hecho de que se mantengan dos interfaces para una misma clase de usuario en un mismo equipo...

Aun a riesgo de ser atrevido, sospecho que tras esas explicaciones se esconde el deseo de Microsoft de racionalizar y crear teorías para justificarse ante si mismos su falta de adaptación a las nuevas tecnologías. La realidad es que Metro no es una interfaz creada por expertos de usabilidad dedicados tranquilamente a ello aislados del mundo: es una creación apresurada de una compañía que se enfrentaba al terror de estarse volviendo irrelevante. La explicación más probable de los problemas de Windows 8 es que las prisas por tener algo tangible les ha llevado a pasar por alto demasiadas cosas. Como consecuencia se ven ahora obligados a centrar las siguientes actualizaciones en corregir lo que no hicieron bien en un principio, con la esperanza de paliar el rechazo existente, que les ha llevado en la misma dirección que pretendían evitar.