Resulta incluso tierno encontrar aun gente que ataque con tanta vehemencia a quienes afirman que el futuro del periodismo no es la gratuidad digital, y les reprochen, cómo no, de no conocer Internet y de no querer despegarse del vetusto papel. Estas personas no creen que nada en Internet pueda ser de pago, que todo ha de ser gratuito y financiarse por otros medios, como publicidad. O estoy muy equivocado, o estas personas se han perdido ya medio telediario de esa Internet que tanto dicen conocer.
La cruda realidad es que muchos de los diarios digitales que pululan por los procelosos mares de Internet no solo no generan beneficios, sino que tienen pérdidas. Su financiación ha corrido a cargo de los "anticuados" periódicos de papel. Oh, the irony. Dicho de otra forma: No es que los propietarios de los medios de comunicación odien la red y quieran "acusarla de todos sus males". Si siguen atados al papel no es por atavismo, es porque es del papel de dónde sacan el dinero que paga sus facturas. Sin embargo, ese papel que paga las nóminas de los periodistas encargados de escribir las noticias de los diarios digitales es tachado de "obsoleto".
Y en realidad, eso de que los medios están atados al papel es un cuento chino. Todos los periódicos relevantes tienen páginas web desde hace años, y no son precisamente malas. Los medios de comunicación son uno de los sectores que con más rapidez, ganas y éxito adoptaron la nueva realidad de la red. Acusarles de no saber adaptarse a los nuevos tiempos, como si fueran discográficas, no tienen ningún sentido. Que muchas empresas de comunicación estén quebrando o tengan serias dificultades económicas a pesar de tener una magnífica presencia en Internet debería hacer reflexionar a más de uno. Pero en vez de eso, se limitan a sacar argumentos de la chistera como "no saben implementar modelos publicitarios eficientes". Ellos, sentados en su casa, con su blog y su adsense, sin duda pueden dar clases de como gestionar un negocio que necesita tener y mantener corresponsales en Palestina.
Mientras hubo dinero y crédito de por medio y todo iba bien los medios se tiraron de cabeza, unos más pronto, unos más tarde, a Internet. Con el tiempo, no tener presencia en la red se vió en el sector como señal de fracaso; aunque la empresa fuera rentable si no tenía una buena web sus noticias no tenían los minolles de visitas que disfrutaban los competidores. Asi que hasta el último mono terminó apuntándose, y aunque todos tenían muchas dudas sobre la rentabilidad, tenían pocas sobre que el futuro, fuera el que fuese, pasaba por la red, asi que se concluyó que había que puesto que era absurdo apartarse de la senda del Progreso, había que echarse la mochila a la espalda y andar hasta llegar a algún destino, aunque no se supiera cual era. Esperar a que alguien descubriera el mejor modo de sacar dinero de Internet, y acto seguido copiarle. Los internautas, por supuesto, optamos por los medios gratuitos, y los de pago fueron crucificados hasta que dejaron de serlo. Pero no se encontró la solución del dinero, y una vez gastada la plata, toca retirada.
A nuestro cruzado contra el papel le gusta pensar que los magnates de los medios son idiotas, viejos que no entienden Internet. Pero en realidad estos señores entienden de negocios, internet mediante o no, bastante más que cualquier bloguero de tres al cuarto, incluido un servidor. La economía no consiste tan solo en satisfacer las necesidades del usuario, es decir, en crear medios digitales gratuitos solo porque lo piden todos los internautas. Los internautas quieren, por supuesto, que todo sea gratis, pero eso ya se presupone. Sin embargo, si mantener un periódico, digital o no, requiere más dinero del que la publicidad es capaz de generar, la empresa se verá obligada, tarde o temprano, a sacar más dinero de algún lado. Y si la única solución que le queda es cobrar por acceso a parte de su información, lo hará -estará obligado a hacerlo, si no quiere quebrar-, y el consumidor tendrá que fastidiarse y limitarse a establecer un precio. Que no es tanta tragedia: ¿No hemos pagado durante siglos por los periódicos de papel? ¿Exactamente dónde está la catástrofe en hacer lo mismo en Internet? ¿A qué viene ese fundamentalismo de la gratuidad?
Es dificil concretar como acabará el mundo periodístico, pues depende totalmente de lo que la sociedad esté dispuesta a pagar por informarse, y nadie puede predecir las futuras decisiones colectivas de la sociedad. ¿Quien podía haber predecido en su día que el ser humano sería capaz de pasarse el día viendo televisión financiada con intervalos publicitarios de 10 minutos? Nadie soportará eso, hubiera opinado yo. Y sin embargo, ahí está. Nadie quiere pagar por la música ni por las películas en Internet, se vaticinó, y parecía la verdad más clara de entre todas las relacionadas con la red, y sin embargo ahí está iTunes, y gente comprando, en pleno siglo XXI y en medio de la revolución de las "nubes", minolles de apps para el iPhone. ¿Serán los medios verdaderamente gratuitos, y se financiarán mediante un modelo publicitario que aporte más beneficios, a base de, por ejemplo, invadirlo todo con anuncios, como hacen en la televisión? ¿O se volverá a los medios de pago?
La decisión final, repito, depende de lo que la gente esté dispuesta a aceptar y lo que las empresas estén dispuestas a -y puedan- ofrecer, y el resultado final está por ver. En cualquier caso, tachar las propuestas de pago como algo "del pasado" es absurdo, especialmente teniendo en cuenta el estado del sector y que sus principales jugadores están hablando de ir en esa dirección. Eso si, algunas cosas están claras. En primer lugar, el modelo ganador será aquel que sea capaz de sacar la mayor cantidad de dinero posible, si un periódico online de pago es capaz de tener más ingresos que uno gratuito que se financia con publicidad, el gratuito acabará cambiando de modelo para sacar más pasta. En segundo lugar, por regla bastante general la gente siempre preferirá conseguir información de periodistas o blogueros a generarla él mismo, del mismo modo que la gente prefiere comprar ropa y no coserla él mismo, no sé de dónde ha salido esa absurda superstición de que en pleno siglo XXI, y exceptuando a cuatro gatos, a la gente le va a dar por gastar su tiempo libre en esas cosas.