En el post anterior decía que debía ser muy ventajoso para los programadores de iPhone disponer de algo como el App Store que les alivie la carga de la distribución y el cobro de sus programas. Aunque registrarse como desarrollador de iPhone cuesta 99$ por año -que no es poco-, el darlo todo hecho ha facilitado que hordas de desarrolladores se hayan animado a unirse a la tienda. Si esos mismos programadores tuvieran que molestarse en mantener por ellos mismos todo lo que la App Store les da hecho quizás no programarían nada. Muy pocas personas se molestarían en dar su número de tarjeta de crédito en una web perdida para comprar una mísera aplicación de, pongamos, 3.99$. Pero en el iPhone es mucho más fácil conseguir compradores, y eso anima a muchos programadores -que, recordemos, también pueden ser empresas- a probar suerte.
La sociedad siempre acude en masa al mercado en el que se puede ofrecer y demandar cosas tranquilamente; nada puede evitar que los compradores hagan ofertas por las cosas que desean poseer, y siempre habrá productores que intentarán satisfacerlos para enriquecerse. En Internet sin embargo hay una serie de barreras que impiden que los consumidores puedan ofrecer cómodamente su dinero, y pedirlo los productores. Existe el cobro contra reembolso, existe el cobro a una tarjeta de crédito, existe el pago previo a una cuenta bancaria, pero excepto en casos particulares y cosas como Paypal, ninguna ha calado como verdadera alternativa virtual de intercambio de bienes y servicios por dinero.
Se oye con frecuencia que en Internet las cosas son gratis, y que así es como seguirá siendo, porque es lo que pide la gente, y a cada idea útil de pago le saldrá siempre una alternativa gratuita que la echará abajo. Que las cosas han de financiarse como mucho con anuncios. Se trata de afirmaciones cuya falsedad será demostrada -en mi opinión, y para bien o para mal- con el tiempo. Internet no es menos propicio para los negocios que la tienda de la esquina, más bien se trata de que aun no disponemos de un sistema cómodo para hacer transacciones comerciales, y recurrimos a los anuncios como alternativa-para-todo.
Mucha gente aun se sorprende de que los usuarios de iTunes/iPod paguen por la...¡música!, que a pesar del aumento de la velocidad de las líneas de conexión y disminución proporcional del tiempo necesario para bajarse un álbum (la discografía de Joan Manuel Serrat completa, que son una cantidad horripilante de discos, ocupa 2.54 GB, la mitad que un DVD), de las mejoras alucinantes en tecnología P2P y de la expansión de los sitios de descarga directa, las ventas de esa tienda no hayan sino aumentado. No se debe más que a la creación de un mercado, a que Apple ha facilitado, en la medida de lo posible, el pago por Internet. Una vez introducida la información de la cuenta bancaria, el usuario pasa a tener una interfaz donde se le ofrecen varias cosas, se informa de su precio y se permite comprarla a golpe de clic.
Los usuarios de iTunes -o de otras tiendas- que compran música no lo hacen porque Steve Jobs les haya lavado la cabeza o porque sean unos ricachones, lo hacen porque pueden, porque se les hace una oferta y se les ha facilitado poder responder a ella. Y si gran parte del resto de Internet no paga ni un céntimo por su música -o por las noticias de su periódico- no es porque deseen que "todo sea gratis" -¡obviamente, todos querríamos que todo en este mundo fuera gratis!-, sino porque nadie les ha dado oportunidad de hacer una pequeña oferta por conseguirlo a cambio de algo. Quieren disfrutar de las ventajas de bajarse música por Internet, pero se les ha dificultado enormemente pagar por ello, se les incita a recurrir al intercambio P2P (que por otra parte no tiene nada de malo, en mi opinión).
En el caso de App Store, no solo se facilita al usuario la compra, sino que se le facilita al programador la venta. El App Store es un gran centro comercial, y no metafóricamente sino en el sentido literal, en el que la oferta y la demanda reinan con casi absoluta libertad. Los programadores colocan sus aplicaciones en los estantes, suben o bajan los precios durante un par de semanas para observar si las variaciones en la demanda mejoran las ganancias, algunos de quienes no sean capaces de obtener más del 99$ por año que cuesta la suscripción probablemente acaben retirándose de su estante, los consumidores gastan el dinero a su antojo. Un verdadero centro comercial, de comercio de aplicaciones por las que la gente está dispuesta a pagar determinados precios.
Gran parte de la explosión de actividad en la App Store se origina por estos motivos (no toda obviamente: hay muchísimas aplicaciones gratuitas). Al mismo tiempo, esto convierte a Apple en el poseedor de una de las bases de datos más codiciables de Internet. No existe ninguna otra empresa que posea una lista de clientes y sus cuentas de banco más extensa, ni un centro comercial mejor acondicionado que iTunes. Lejos de la imagen de vendedor de hardware, Apple posee uno de los grandes valores de Internet. A día de hoy venden música, películas, y ofrecen estantes a los programadores de aplicaciones para iPhone, pero eventualmente puede ser extendido a la compraventa de cualquier producto digital. ¿Por qué no iba a ser el próximo paso la compraventa de aplicaciones para toda la gama Mac? Creo firmemente que eventualmente Apple lo hará. "Yo también sé jugarme la boca".
El próximo y último artículo sobre tiendas de aplicaciones se titulará: "Tiendas de Aplicaciones: El panorama linuxero".